Después del parón navideño volvemos con una historia con historia de fotografía, deporte e intuiciones..
Casi todos tenemos algún sueño que vemos inalcanzable. Algunos de esos sueños son muy grandilocuentes, otros más modestos, algunos escapan a nuestras posibilidades económicas, otros se dejan para el futuro que nunca acaba de llegar.
Tony Duffy era un contable con un trabajo anodino que no le gustaba. Su pasión era la fotografía. Siempre que podía iba cámara en mano a cualquier competición deportiva a sacar fotos. Ciertamente tenía la sensación de que sus fotos eran buenas, pero quedaban limitadas al reducido círculo de amigos y familiares. Las fotografías de Tony quedaban encerradas en el terreno del hobbie ocasional.
Sin embargo, la ilusión y la confianza pueden revertir cualquier situación. Son muchísimas las historias que hemos contado en este blog que así lo acreditan y Mr Duffy nos aporta una más. El bueno de Tony se empeñó en fotografiar a los atletas de los JJOO de México en 1968. Como era un fotógrafo amateur no tenía cámara profesional (tenía una Nikkormat para turistas), ni mucho menos acreditación. Pero eso no le impidió seguir su instinto. Se aprovechó de su todavía amistad con una vieja novia que competía como atleta en esos JJOO para superar los controles de acceso al estadio y colarse como si fuera un fotógrafo profesional. Una vez allí eligió la prueba de salto de longitud ya que había más espacio para coger una buena ubicación (las pruebas de velocidad reclamaban más atención y seguimiento por parte del resto de fotógrafos).
Evidentemente Tony no podía ni soñar, ni mucho menos imaginar, que iba a presenciar una prueba antológica. Ni mucho menos podía prever que iba a ser el fotógrafo de una instantánea inmortal. Pero lo que sí sabía, y sentía, es que tenía que estar allí. Y seguir a tu instinto suele traer recompensa. Y así fue.
Cuando el mítico Bob Beamon inició su carrera Tony aguardaba con su cámara esperando el mejor momento para realizar su foto. Su cámara era antigua y sólo permitía un disparo para un instante debido a su lentísima velocidad.
Bob Beamon saltó y Tony Duffy disparó y ambos nos regalaron este momento inmortal en la historia del deporte:
Tony congeló para los restos la imagen de Bob Beamon en su momento más alto, décimas antes de pulverizar el record de salto de longitud en más de medio metro (record que estuvo vigente durante más de dos décadas).
Tony siguió con sus fotos, ajeno al momento que había inmortalizado, y unos días después, de forma rutinaria, fue a una tienda de revelado en un hora. Cuando vio la foto intuía que había hecho algo grande y su intuición nuevamente le servía bien. La foto la malvendió por poco dinero a una revista amateur pero daba igual, su suerte profesional estaba echada. La foto cogió fama internacional y apareció en medios de comunicación de todo el mundo. Tony adquirió notoriedad y poco tiempo después fundó su propia agencia de fotos deportivas (ALLSPORTS). Todo aquello sirvió para que dejara su trabajo y se dedicara a lo que realmente le gustaba: la fotografía.
Desde entonces, y hasta su jubilación, Tony nunca más trabajó como contable. Toda su vida cambió en un instante. En una foto. Algunos dirán que tuvo suerte. Otros lo achacarán a su talento. Nosotros creemos que su principal mérito fue tener el valor de hacer caso a su intuición.
Nota: Agradecer a Antonio habernos descubierto está inspiradora historia.
Referencia: La mayor parte de la información de este post la hemos sacado de un interesante artículo de la revista Jotdown.